viernes, 23 de agosto de 2013

«Morir es cosa de cobardes.»

Cada canción que escuchaba le recordaba a su madre. Odiaba el hecho de que se haya ido, para no volver. Siempre había pensado que la muerte era algo cobarde, algo para débiles. Y seguía pensando así, claro. Odiaba a su madre por haberla dejado a merced de un drogadicto y un violador. Ella era la única cosa que tenía en esta vida de mierda que transitaba. A sus dulces dieciséis años, conocía las caras más oscuras de la vida.
Había perdido absolutamente todas las ganas de vivir. Y se odiaba por eso. Porque, para ella, la muerte era cosa de cobardes. Quería gritar, llorar, patear pero algo en su mente se lo impedía. Abrió la boca, decidida a gritar y descargarse aunque sea por un micro segundo. Pero nada. Solamente volvió a cerrarla y lloro. Era tan joven y la vida la había golpeado tanto ¿porqué se había ensañado tanto con ella? ¿Acaso había hecho algo mal? Lo cierto era que su mala suerte venía incluso desde antes de nacer.
Ya de por sí ella era un error. Al igual que el drogadicto de su hermano. Su padre era un tipo violento y una clase de enfermo sexual. Empujó a su mamá por las escaleras cuando ella tenía apenas dos meses llevados en el vientre de ésta. Y como tenía mala suerte, sobrevivió a la caída y unos meses después nació. ¿Creyeron que su padre cambió al ver sus ojos verdes de bebé recién nacida? Para nada. Siguió violando chicas por la vida y golpeándolas luego. Creció en un ambiente horrible, que le dejaba todos los días en claro que ella era un error, que no tendría que vivir. Era un error de cálculos, un ser no deseado. Su madre trataba de ser mejor cada día, para ella y su hermano. A la mierda su padre, la mujer quería que sus hijos tuviesen una vida. Y como tenía mala suerte, su madre contrajo una grave enfermedad que la fue consumiendo de a poco. Pero su madre era fuerte, no iba a morir. Porque la muerte era cosa de cobardes. Fue fuerte hasta que decidió no serlo...Y se fue. Dejándola a merced de dos enfermos, se fue.
Morir es cosa de cobardes...Pero, ¿que pasaría si ella decidiese ser cobarde? ¿Si decidiese irse con su madre? ¿Iba a cambiar sus pensamientos ahora? ¿Y si tenía suerte por una vez en su maldita y desagradable vida y se volvía cobarde?
Levanto sus ojos verdes repletos de lágrimas hacia el espejo que yacía frente a ella. Si no tenía nada que perder, ¿Realmente importaba si era cobarde al morir o no? Se paro frente al espejo. ¿Qué fue lo que vio? Vio una chica bonita...Pero fatigada. Vio ojeras debajo de sus ojos verdes. Vio un dolor que la consumía por dentro, pero ella no quería admitirlo. Vio cicatrices que no eran físicas, pero que la marcaban aún más permanentemente. Vió el dolor golpeando en su orgullo. Vió que no estaba satisfecha. Se vió a ella misma.
«Morir es cosa de cobardes» Pensó. ¿Y qué si ella era cobarde ahora? ¿Cuál era el problema si ella quería escapar de todo? ¿Si quería volver con su mamá? ¿Si quería volver a sentirse segura? Vaciló, pero lo hizo. Miró su puño y sin dudarlo ni un instante, rompió el espejo con éste. Sentía la sangre caliente correr por su mano gracias a las profundas heridas que se había causado...¿Pero que importaba? Si ella era una cobarde. Miró los cristales desparramados en el suelo, mezclados con su sangre de color bordo. Sonrió y tomó uno de los cristales. El más filoso que encontró. Presionó la punta de éste en su dedo índice y observó maravillada como la sangre corría por su dedo gracias a su nueva herida. Ardía, pero no le dolía mucho.
Pensó en que otra parte de su cuerpo podría clavar nuevamente ese pedazo de cristal. Miró sus muñecas...Pequeñas y delicadas. No lo dudo, presionó fuertemente la punta justo en donde se notaban sus venas a merced de su transparente piel. Esta vez si le dolió y profirió un grito. Pero no le importó. Comenzó a sentirse mareada. ¿Se estaba muriendo? Mezclo su grito de dolor con una risa. Lo que la hizo parecer más loca aún.
Se tiró en la alfombra de su cuarto, pensando en que lo que acababa de hacer era la mejor decisión que había tomado en su vida. No más dolor. No más valentía. Ahora era feliz y cobarde. Muy cobarde. Y así sería siempre...Pues moriría como la cobarde que era.
Su mirada se torno borrosa y todo le daba vueltas. Veía la su sangre manchar la blanca alfombra de su cuarto...Y sonrió. Veía puntos negros en su mirada y eso sólo podía significar una cosa: Moriría. Volvería a ver a su madre. Dejaría de sentirse un error. Dejaría que aquellos dos enfermos que llevaban la misma sangre que ella misma estaba derramando ahora se mataran entre ellos. Tal vez tenía suerte y no los veía en un largo largo tiempo.
Al fin, su mirada se torno completamente negra y sentía cómo los latidos de su corazón le retumbaban en la cabeza como un tambor. Uno que se acercaba más y más a sus oídos. Había muerto...Y era la mejor decisión que había tomado en su vida.

«Suicidarse es la solución más cobarde que alguien puede tomar. Pero, sin embargo, hay que armarse de demasiado valor para hacerlo.»


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